martes, 11 de septiembre de 2012

1. BACHILLERATO. FICHA 1.


1.               BACHILLERATO.

FICHA DE TRABAJO (NÚMERO 1).

APARTADO A.


“Conoce al adversario y conócete a ti mismo; 

así tu triunfo no correrá peligro.
Conoce las características del terreno y hasta
sus condiciones meteorológicas, así la victoria       
será total.”

SUNTZU, del Libro de la guerra 





Se cuenta que en 1859 estaba Bismarck en San Petersburgo para conversar con Alejandro III, cuando le despertó la curiosidad una guardia de soldados que, sin justificación aparente, daba vueltas alrededor de un cuadro de jardín del parque. Al preguntarle al zar el porqué de la ronda militar, Alejandro III le confesó que no lo sabía. Él siempre la había visto allí y nunca se le había ocurrido preguntar el motivo. Ningún miembro de la corte rusa supo dar una explicación a aquella extraña costumbre, hasta que un día alguien respondió el interrogante del Canciller de Hierro alemán: más de un siglo atrás, una misión diplomática enviada por Felipe V a Rusia había obsequiado a Catalina I, entre otros presentes, con un rosal de la mejor cepa española, que la emperatriz hizo plantar en el principal lugar del jardín, disponiendo una guardia permanente para protegerlo de todo riesgo. 

Un día, Catalina 1 murió y más tarde el rosal se secó, pero la ronda de la guardia siguió dando vueltas para siempre alrededor del mismo cuadro de jardín vacío.

Esta historia es un apólogo, es decir, tiene un sentido de fábula aleccionadora para que se vuelva más elocuente y comprensible una verdad importante y nos sirva de enseñanza sobre lo que ocurre con la mayoría de las costumbres y dogmas mentales que nos rigen. Nos sorprendería advertir la frecuencia con que damos vueltas alrededor de patrones de pensamiento o de acción que no tienen razón de ser desde hace ya mucho tiempo, pero que, aun así, están tan arraigados en nuestra forma de ser que ni nos damos cuenta de su existencia, y hasta consideramos imposible prescindir de ellos.

La forma en que encaramos nuestro presente es, en gran medida, el resultado de la solidificación de pensamientos, acciones y estrategias pasadas, cuya revisión aporta claridad a la comprensión de muchas de nuestras dificultades actuales. De la misma manera, abordar reflexivamente los pensamientos y acciones con los que vivimos actualmente servirá a la construcción de la realidad futura.

Atreverse a modificar la guardia del rosal ya inexistente es el gran desafío. Poner la inteligencia y nuestro comportamiento diario al servicio de vivir mejor lo justifica.

(Antiestrategias. Tácticas para el buen vivir -
Claudia Noseda. Doctora en Psicología Clínica.)

APARTADO B.

Símbolos del pecado.

La desoladora realidad del pecado se expresa con símbolos diferentes. El primero es el camino errado. El pecado es una desviación, entrar por una senda que no lleva al objetivo, la desviación degenera en extravío, que no sabe encontrar el sendero recto; el extravío conduce a la perdición. Un acto o serie de actos llevan a un callejón sin salida que acaba en la ruina. Es el camino de lo negativo, de la desintegración. La acción de Dios es creadora, positiva, la del pecado, destructora.

            Caminando hacia la muerte, el hombre descarriado se aleja de Dios que es la vida; no se entiende a sí mismo, pues obra contra su sed de vivir; no se siente solidario de los demás, rivales de su egoísmo. Va menguando, disminuyéndose, camino del no ser.

           Otro símbolo del pecado es la esclavitud o cautividad bajo un poder exterior. San Pablo lo presenta como un tirano que somete al hombre a sus deseos, haciéndolo instrumento para el mal (Rom 6,12-13). Es una fuerza que aísla y acapara, bloqueando los puentes. Como la desviación inicial degeneraba en extavío ciego, también la esclavitud procede de un acto voluntario, que san Pablo define como “ponerse al servicio de un dueño” (Rom 6,16); su desenlace será la condena a muerte.

           Puede representarse también el pecado como una enfermedad, un virus que mina las fuerzas del hombre, impidiéndole ser él mismo. La infección coincide con la abdicación de la libertad: la adhesión del libre arbitrio al mal lo enferma, y el hombre se encuentra afectado por un morbo que no puede eliminar por sí mismo.

          Los tres símbolos: extravío, cautividad e infección, indican que el pecado es un principio de muerte, una situación o actitud que produce error, desequilibrio, aislamiento, decadencia: “El pecado paga con muerte” (Rom 6,23).


Soldadito marinero. Fito


Él camina despacito que las prisas no son buenas, 
en su brazo dobladita con cuidad0 la chaqueta. 
Luego pasa por la calle donde los chavales juegan, 
él también quiso ser niño pero le pilló la guerra. 



            SOLDADITO MARINERO CONOCISTE A UNA SIRENA 


DE ESAS QUE DICEN TE QUIERO SI VEN LA CARTERA LLENA. 
ESCOGISTE A LA MAS GUAPA Y A LA MENOS BUENA, 
SIN SABER COMO HA VENIDO TE HA COGIDO LA TORMENTA 



            Él quería cruzar los mares y olvidar a su sirena, 


la verdad no fue difícil cuando conoció a Mariela, 
que tenía los ojos verdes y el negocio entre las piernas. 
¡Ay que ver que puntería no te arrimas a una buena! 



            SOLDADITO MARINERO CONOCISTE A UNA SIRENA 


DE ESAS QUE DICEN TE QUIERO SI VEN LA CARTERA LLENA 
ESCOGISTE A LAS MAS GUAPA Y A LA MENOS BUENA, 
SIN SABER COMO HA VENIDO TE HA COGIDO LA TORMENTA. 



            Después de un invierno malo, una mala primavera, 


dime porqué estas buscando una lágrima en la arena. 
(Varias veces)

APARTADO C.

ORIGEN Y FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO.

            En tiempos de Jesús existía ya una colección de libros judíos que componían lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento o antigua alianza. Los cristianos, siguiendo a Jesús, aceptaron aquellos libros, pero ya no con valor en sí mismos, sino como preparación al Mesías (=el líder consagrado) que tenía que venir; es decir, los cristianos referían el contenido de aquellos libros a Jesús, que había sido el cumplimiento de las promesas. Por eso, muchas partes del A.T, como Ley Antigua, ya no valían para ellos, como Jesús mismo lo había declarado y lo había explicado san Pablo.

            Los cristianos, al principio, no tenían libros propios, pero citaban los dichos y los hechos de Jesús transmitidos, de palabra o por escrito, por los apóstoles y primeros discípulos; atendían, además a la guía que daba el Espíritu Santo a los grupos por medio de los profetas cristianos, es decir, de los hombres que recibían del Espíritu mensajes que transmitir a la comunidad. La fe no se basaba en libros, sino en el testimonio sobre Jesús y en la experiencia personal del Espíritu.

            San Pablo, que viajaba mucho, se mantenía en contacto por carta con las comunidades que había fundado, animándolas y aclarando o discutiendo ciertas cuestiones. Algunas de estas cartas se pasaban a otras comunidades para que las leyeran (Col 4,16); así se fueron copiando y quedaban coleccionadas. Otros apóstoles u hombres eminentes escribieron también cartas que han llegado hasta nosotros.

            No tardó mucho en sentirse la necesidad de conservar por escrito los dichos y hechos por Jesús, y algunos cristianos, en diferentes regiones, escribieron los libros que hoy llamamos “evangelios”, para recordar y mantener vivo en las nuevas comunidades el mensaje original. Uno de los autores, Lucas, añadió un segundo volumen (Hechos de los Apóstoles), contando la expansión del mensaje a partir de Palestina hasta Roma.

               Al ir muriendo los que habían conocido al Señor, se hizo más urgente recoger los escritos que habían transmitido el mensaje de Jesús y la experiencia de los primeros discípulos. Empezaron a constituirse colecciones (la de los evangelios, la de las cartas de Pablo). Los libros que circulaban eran más que los que ahora se incluyen en el Nuevo Testamento y hubo que decidir cuáles podían considerarse auténticos. Se eliminaron los evangelios falsos, que con pretexto de contar la vida de Jesús, hacían propaganda de ideas no cristianas. Se conservaron los escritos que se pensaba eran obra de apóstoles o de discípulos de los apóstoles.

              A fines del Siglo II, la colección reconocida comprendía ya los cuatro evangelios y los Hechos de los Apóstoles, las cartas de san Pablo (excepto Hebreos), la primera de Pedro (aunque aún era discutida en Roma), la primera de Juan y el Apocalipsis. Se siguió discutiendo en ciertos lugares acerca de Hebreos, Santiago, segunda de Pedro, segunda y tercera de Juan y la de Judas; en otros, en cambio, se admitían escritos eliminados después (Instrucciones para apóstoles, Pastor de Hermas, Apocalipsis de Pedro).

              En resumen: los grandes escritos del Nuevo Testamento, unos veinte, estaban unánimemente admitidos a fines del Siglo II. La colección que nos ha llegado quedó fijada definitivamente al finalizar el siglo IV. Casi todos los escritos que la componen pertenecen al Siglo I.

              Al fijarse la colección, los escritos, junto con los del Antiguo Testamento, formaron La Biblia, que no significa más que “Los Libros”. Aunque todo se llama “Sagrada Escritura”, no todos los libros tienen igual autoridad: el A.T hay que interpretarlo y juzgarlo a la luz de Jesús el Mesías. En cierto modo, el mismo principio vale para el N.T, pues no todos sus escritos contienen completo el mensaje de Jesús ni se escribieron en las mismas circunstancias. Los únicos autores que pretendieron exponer íntegro el mensaje o, al menos, lo esencial del mensaje, fueron los evangelistas, y a ellos hay que recurrir para comprenderlo. De ahí la particular autoridad y veneración de que han gozado en la Iglesia los evangelios. Los demás autores muestran algo de la vida y problemas de los grupos cristianos y explican aspectos del mensaje, tratándolos de manera teológica o en sus aplicaciones prácticas. Algunos escritos, sin embargo, consideran situaciones muy particulares y casi se limitan a cuestiones de organización o de polémica (1 y 2 Timoteo, 2 Pedro, Judas).

             Como de costumbre, es san Juan quien da en el clavo y aclara la cuestión: la Palabra de Dios es Jesús, Mesías e Hijo de Dios; su persona es el mensaje. Los escritos que poseemos son testimonios más o menos cercanos sobre el único que es el camino, la verdad y la vida.

APARTADO D.

SIMBOLISMO DE LOS NÚMEROS.

            El valor y significado de los números en los Evangelios recoge unas veces el simbolismo que se les atribuía comúnmente en la época y otras veces depende de alusiones a determinados pasajes del A.T; finalmente, pueden simbolizar la nueva realidad de Jesús.

EL UNO.

          La unicidad es propia de Dios y puede expresarse con el numeral “uno/único” (gr. Heis: Mc 10,18; 12,29.32; Mt 23,9; Lc 5,21; Jn 5,44; 17,3 etc.). “Lo uno” designa en Juan la unidad que crea el Espíritu entre el Padre y Jesús (10,30), que ha de integrar también a los discípulos (17,1.21-23).

EL DOS.

          Por alusión a Os 6,2: “en dos días nos dará vida”, el dos puede ser símbolo de comunicación de vida, y así se aplica a la estancia de Jesús con los samaritanos (Jn 5,40.43), a los que comunica el Espíritu (4,14). En cambio, deja pasar dos días sin ir adonde estaba Lázaro enfermo (11,6), porque éste, por ser discípulo de Jesús, poseía ya la vida definitiva.

EL TRES.

           En el A.T, el número tres alude a la divinidad en Gn 18,2:” [Abrahán] alzó la vista y vio a tres hombres de pie frente a él”, en los que Abrahán reconoce a Dios.
Pero el tres indica sobre todo lo completo y definitivo (Is 6,3: el triple santo). Así, en Mt 4,1-11 y Lc 4,1-13, la triple tentación de Jesús compendia toda tentación. La triple negación de Pedro significa su renuncia total a ser discípulo (Mc 14,30 par.: “Hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, renegarás de mí tres”). En el Evangelio de Juan, la triple negación queda reparada por la triple profesión de amistad con Jesús (Jn 21, 15-17)
“Tres días” o “al tercer día” alude a Os 6,2: “al tercer día nos resucitará”. En Mc 8,2, las multitudes paganas llevan tres días con Jesús; esto significa que ya le han dado su adhesión y han recibido de él la vida que supera la muerte. En las predicciones de la muerte-resurrección se usa constantemente la fórmula: “el tercer día (o “a los tres días”) resucitará”; más que una fecha precisa indica un breve lapso de tiempo y, en definitiva, la victoria inmediata de la vida sobre la muerte.

APARTADO E.

QUE ENTEDEMOS POR “VIDA”.

No existe en Mt, Lc y Jn un término abstracto para designar la vida física. El gr. Psykhê es un concreto que denota al individuo humano en cuanto vivo y consciente; de ahí que a menudo equivalga en el uso al pronombre reflexivo (Mc 8,35; Jn 10, 11.15.17.24; 12,25.27; 13,37s; 15,13).

           La psykhê aparece como objeto de entrega, significando que el hombre se entrega o entrega la propia vida (Mc 10,45; Jn 10,11.15.17; 15,13). Todo discípulo ha de estar dispuesto a arriesgar la propia vida en medio del mundo hostil, así se conserva él mismo para una vida definitiva (=salvación, Mc 8,35; Mt 10,39; Jn 12,25).

              Paradójicamente, la entrega de sí mismo hace que el hombre se recobre con una nueva calidad de vida (Jn 10,17; 12,25). La entrega, que es total, no es un acto único y final, se realiza en cada circunstancia (Jn 10,11.15ss: “me entrego”, presente). “Entregarse” o “morir” (Jn 12,24) significan el don total de sí a que lleva continuamente la exigencia del amor (el Espíritu); la experiencia de “recobrar la vida” se verifica también en cada ocasión; al entregarse, el hombre vuelve a encontrarse con su nueva identidad de hijo de Dios: la entrega propia del amor gratuito lo hace semejante al Padre.

                La capacidad de entregarse o entregar la propia vida supone ser dueño de ella (10,18), lo mismo en Jesús que en el discípulo. La entrega es condición para el fruto (Jn 12,24).
En Mt, Mc y Jn, el término gr. Zôê significa no simplemente “vida” sino “vida definitiva” (Mt 19,16s), no sujeta a la muerte, lleve o no el adjetivo (Mt7,14; 18,8s; 19,29; 25,46). En Lc, si no va calificado, significa la existencia terrena (12,15; 16,25; “vida definitiva” en 10,25; 18,18). “Vida definitiva” = Salvación, Reino, etapa final del Reino. EL judío la obtiene practicando el amor al prójimo (Mt 19,16-19); lo mismo el pagano (25,34-36; Lc 10,15-28).

a) El Espíritu, la fuerza de amor del Padre, comunica vida definitiva (Jn 6,63; 4,14; 7,37-39); es el nuevo principio vital que el Padre infunde por medio de Jesús (5,21; 19,30; 20,22; 19,34). (Espíritu sinónimo de Amor). Recibir la vida definitiva equivale a un nuevo nacimiento (3,3.5.6), a “nacer de Dios” (1,13).

b) La condición para recibir la vida y poseerla es la adhesión a Jesús en su calidad de Hombre levantado en alto, es decir, de hombre que da su vida para salvar a los hombres de la muerte (3,14s), y de Hijo único de Dios, el don que prueba el amor de Dios a la humanidad (3,16). En otras palabras, la condición es reconocer el amor de Dios expresado en la muerte de Jesús y, viendo en él el modelo de Hombre, tomar ese amor por norma de la propia vida (13,34).

c) Para el hombre, la única luz o verdad es la vida misma (Jn ,1,4), el esplendor de la vida. Se deduce que Jesús no viene a revelar una verdad independiente de la vida; revela la verdad comunicando vida, cuya experiencia y evidencia constituyen la verdad.

d) La vida definitiva es aquella que, por su calidad, supera la muerte física (8,51). Al hacer suyo el mensaje de Jesús, el hombre pasa de la muerte a la vida (5,24). Este paso explica que quien ha recibido la vida por la adhesión a Jesús no esté sujeto a juicio (3,18; 5,24). La permanencia de la vida a través de la muerte es lo que se llama “resurrección” (11,25s).

Te he echado de menos. Letra. Pablo Alborán.



No queda más que tu 
no queda más que yo 
en este extraño salón 
sin nadie que nos diga dónde, cómo 
y cuándo nos besamos 
Tenía ganas ya 
De pasar junto a ti 
Unos minutos soñando, 
Sin un reloj que cuente las caricias que te voy dando, 
Juramento de sal y limón 
Prometimos querernos los dos. 




Te he echado de menos 
Todo este tiempo 
He pensado en tú sonrisa y en tú forma de caminar 
Te he echado de menos 
He soñado el momento 
De verte al lado mío dejándote llevar 




Quiero que siga así 
Tu alma pegada a mi 
mientras nos quedamos quietos 
Dejando que la piel cumpla poco a poco todos sus deseos 
Hoy no hay nada que hacer, 
Quedémonos aquí 
Contándonos secretos, 
Diciéndonos bajito que lo nuestro siempre se hará eterno 
Fantasía en una copa de alcohol, 
Prometimos volver a vernos 




Te he echado de menos 
Todo este tiempo 
He pensado en tú sonrisa y en tú forma de caminar 
Te he echado de menos 
He soñado el momento 
De verte al lado mío dejándote llevar 




Silencio...que mis dedos corren entre tus dedos 
Y con un suave desliz hago que se pare el tiempo 




Te he echado de menos 
Todo este tiempo 
He pensado en tú sonrisa y en tú forma de caminar 
Te he echado de menos 
He soñado el momento 
De verte al lado mío dejándote llevar (x2) 




yo te he echado de menos (x2)

APARTADO F.

EL VINO.


              A diferencia de Juan Bautista (Lc 1,13), Jesús bebía vino (Mt 11,19; Lc 7,33): mientras el esposo esté presente es tiempo de fiesta (Mc 2,18-20 par.).

             El vino nuevo simboliza la novedad que trae Jesús (Mc 2, 22 par.), que es incompatible con lo antiguo, con lo que ha sido válido hasta su día: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres. No, a vino nuevo, odres nuevos.” En Lc 5,39 se reconoce la dificultad de adaptarse a la nueva realidad: “Nadie, acostumbrado al de siempre, quiere uno nuevo, porque dice: “Bueno está el de siempre.”
Lo mismo que el perfume, el vino como símbolo del amor entre el esposo y la esposa tiene sus raíces en el Cantar (Cant 1,2: “Son mejores que el vino de tus amores”, en paralelo con los perfumes; 7,10: “Tu boca es vino generoso”; 8,2: “Te daría a beber vino aromado”, etc.).
Aparece este simbolismo en la escena de Caná (Jn 2,1-11), donde el vino, símbolo del amor, representa el Espíritu, que será dado en la hora de la muerte de Jesús (Jn 2,4: “mi hora”).

          En los relatos de la Cena, el término “vino” no aparece ni en los sinópticos ni en Pablo. De todos modos, es obvio que la copa que reparte Jesús contenía vino, como se deduce de la perífrasis “el fruto de la vid” (Mc 14,25 par.). La copa o su contenido el vino, que simbolizan el derramamiento de la sangre de Jesús, denotan también su amor, que no se desdice ni ante la muerte.

APARTADO G.

LAS BIENAVENTURANZAS.


5                 1 Al ver Jesús las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos.
2 Él tomó la palabra y se puso a enseñarles así:
                    3 Dichosos los que eligen ser pobres,
                       porque ésos tienen a Dios por rey.
                    4 Dichosos los que sufren,
                       porque ésos van a recibir el consuelo.
                    5 Dichosos los sometidos,
                       porque ésos van a heredar la tierra.
                    6 Dichosos los que tienen hambre y sed de esa justicia,
                       porque ésos van a ser saciados.
                    7 Dichosos los que prestan ayuda,
                       porque ésos van a recibir ayuda.
                    8 Dichosos los limpios de corazón.
                       porque ésos van a ver a Dios.
                    9 Dichosos los que trabajan por la paz,
                       porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.
                  10 Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad,
                       porque ésos tienen a Dios por rey.
                  11 Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía.
12 Estad alegres y contentos, que grande es la recompensa que Dios os da; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido.

EXPLICACIÓN.

4,25-5,12.    Multitudes judías y paganas. La actividad de Jesús rompe las fronteras entre los pueblos (4,25). Reacción de Jesús, subir al monte, lugar de la presencia y actividad divinas. Va a promulgar el estatuto del Reino, a definir la nueva alianza y a constituir el nuevo pueblo. Sube al monte como Moisés y habla desde él como Dios: el Hombre-Dios.

                  "Pobres" (3), en la tradición judía, los pobres sociológicos; "eligen", lit. "por el/su espíritu", que indica un acto interior del hombre, de inteligencia, voluntad o sentimiento; en este contexto, de voluntad (= decisión, opción). "Los pobres por propia decisión" = los que eligen ser pobres. Jesús mismo lo interpreta en 6,24 (opción entre Dios y el dinero). Tienen a Dios por rey (lit. "de ellos es el reinado de Dios"), es decir, sólo con ellos actúa Dios como rey. El reinado de Dios pone fin a la miseria; no carecerán de lo necesario ni tendrán que someterse a otros para obtener el sustento (6,25-34). Esta pobreza se opone al acumular y retener bienes (6,19-21) y supone la disposición a compartir lo propio (6,22). Ésta es la buena noticia a los pobres (Is 61,1; Mt 11,15).

                Las tres bienaventuranzas siguientes contienen una promesa de liberación, efecto de la opción por la pobreza.

                Los que sufren (4), alusión a Is 61,1 donde se trata de la opresión de Israel. Jesús anuncia el fin de la opresión para la humanidad entera.

                Los sometidos (5), según el texto de Sal 37,11: los que han perdido su independencia económica y su libertad y tienen que vivir sometidos a los poderosos que los han despojado. La tierra, universal: plena restitución de la libertad e independencia.

               Esa justicia (6) condensa las dos bienaventuranzas anteriores: verse libres de la opresión, gozar de independencia y libertad.

              Las tres bienaventuranzas siguientes definen la labor del grupo cristiano en medio de la sociedad.
              Los que prestan ayuda (7), la misericordia expresada en obras.

             Los limpios de corazón (8), cf. Sal 24,4, en paralelo con "el de manos inocentes": buena intención que se traduce en conducta sincera. Ver a Dios, la experiencia constante de su presencia. No cuenta ya la pureza de la ley, sino la del comportamiento, ni el encuentro con Dios en el templo (Sal 24,3; 42,3.5; 43,3), sino en la vida.

            La paz (9): prosperidad, tranquilidad, derecho, justicia; en suma, la felicidad individual y social. Condensa las dos bienaventuranzas anteriores. Tal actividad hace al hombre semejante a Dios, por ser la misma que él ejerce con los hombres. No relación de siervo a señor, sino de hijo a Padre (cf. Os 2,1).

          La última bienaventuranza (10) completa la primera (3) (ambas en presente y con el segundo miembro igual). La persecución no es un fracaso, y es consecuencia de la fidelidad a la opción inicial (5,3). La sociedad, basada en la ambición de poder, gloria y riqueza, no la tolera.

          Las promesas de futuro (vv. 4-9) son efecto de la opción y fidelidad presentes (vv. 3,10). Liberación progresiva de los oprimidos por la existencia del grupo humano que opta contra los valores de la sociedad y crea una alternativa.

          Para los discípulos (11s) desarrolla la última bienaventuranza. La sociedad ejercerá sobre ellos una presión más o menos cruenta. La reacción ha de ser de alegría. Su recompensa será la experiencia de que Dios reina sobre ellos. Con su modo de vivir, los discípulos toman el puesto de los profetas de antaño: hacen visible una nueva relación humana, que denuncia la injusticia existente.

No dudaría. Antonio flores.


Si pudiera olvidar 
Todo aquello que fui 
Si pudiera borrar 
Todo lo que yo vi 
No dudaría 
No dudaría en volver a reír 




Si pudiera explicar 
Las vidas que quite 
Si pudiera quemar 
Las armas que use 
No dudaría 
No dudaría en volver a reír 




Prometo ver la alegría 
Escarmentar de la experiencia 
Pero nunca, nunca más 
Usar la violencia 




Si pudiera sembrar 
Los campos que arrasé 
Si pudiera devolver 
La paz que quité 
No dudaría 
No dudaría en volver a reír 




Si pudiera olvidar 
Aquel llanto que oí 
Si pudiera lograr 
Apartarlo de mí 
No dudaría 
No dudaría en volver a reír 




Prometo ver la alegría 
Escarmentar de la experiencia 
Pero nunca, nunca más 
Usar la violencia.

APARTADO H.

Película a trabajar en clase:

7 días y una vida (Angelina Jolie).



TÍTULO ORIGINAL
Life or Something Like It
AÑO
2002
DURACIÓN
104 min.
PAÍS
USA.
DIRECTOR
GUIÓN
John Scott Shepers & Dana Stevens
MÚSICA
David Newman
FOTOGRAFÍA
Stephen Burum
REPARTO
PRODUCTORA
20th Century Fox / Regency Enterprises
PREMIOS
2002: Nominada a los Premios Razzie: Peor actriz (Angelina Jolie)
GÉNERO
SINOPSIS
Lanie Kerrigan (Anglina Jolie) es una reportera que ve el mundo y a sí misma de color de rosa. Tiene una casa perfecta, un trabajo que adora, un novio encantador y un completo y maravilloso guardarropa. Pero cuando se embarca en su viaje personal, su estilo refleja los dramáticos cambios que ha de afrontar y a los que al principio se resiste. Una situación inesperada y definitiva le hará cambiar radicalmente sus valores y prioridades de su vida. (FILMAFFINITY)

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