martes, 21 de agosto de 2018

LOS ACCIDENTES.

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A todos nos resulta extraordinariamente desagradable asumir la plena responsabilidad de nuestra existencia y de todo lo que nos ocurre. Constantemente buscamos la manera de proyectar la culpa hacia el exterior. Y nos irrita que se nos desenmascaren estas proyecciones.

La mayoría de los esfuezos científicos están dirigidos a consolidar y legalizar con teorías estas proyecciones. <<Humanamente>> hablando, ello es perfectamente comprensible. Pero dado que buscamos la verdad a través de la sinceridad con uno mismo tenemos que profundizar más en este tema.

Tenemos que comprender que siempre hay algo que aparentemente nos viene de fuera y que nosotros siempre podemos interpretar como causa.

Ahora bien, esta interpretación causal no es sino una posibilidad de ver las cosas. 

Cuando nos miramos al espejo, nuestro reflejo, aparentemente, también nos mira desde fuera y, no obstante, no es la causa de nuestro aspecto. En el resfriado, son miasmas que nos vienen de fuera y en ellos vemos la causa. En el accidente de circulación es el automovilista borracho que nos ha arrebatado la preferencia de paso la causa del accidente. En el plano funcional siempre hay una explicación. Pero ello no nos impide interpretar lo sucedido con una óptica trascendente.

La ley de la resonancia determina que nosotros nunca podamos entrar en contacto con algo con lo que no tenemos nada que ver. Las relaciones funcionales son el medio material necesario para que se produzca una manifestación en el plano corporal. Para pintar un cuadro necesitamos un lienzo y colores; pero ellos no son la causa del cuadro sino únicamente los medios materiales con ayuda de los cuales el pintor plasma su cuadro interior. 

Nosotros no buscamos los accidentes, del mismo modo que no buscamos las "enfermedades". Sin embargo, de todo lo que nos pasa en la vida los responsables somos nosotros. 

Cada cual es agente y paciente en una sola persona. Mientras el ser humano no descubra en sí a ambos no estará sano.  Les falta esa visión que permite ver la unidad de las cosas.

La idea de que los accidentes son provocados inconscientemente no es nueva. Freud, en su Psicopatología de la vida diaria, además de fallos como defectos de pronunciación, olvidos, extravíos de objetos, etc, cita también los accidentes como fruto de un propósito inconsciente. Posteriormente, la investigación psicosomática ha demostrado estadísticamente la existencia de la llamada "propensión al accidente". Se trata de una personalidad que se inclina a afrontar sus conflictos en forma de accidente. 

Ya en 1926, el psicólogo alemán K. Marbe, en su Psicología práctica de los accidentes y siniestros industriales, observa que el individuo que ya ha sufrido un accidente tiene más probabilidades de sufrir otros accidentes que el que nunca los tuvo.

En la obra fundamental de Alexander sobre la medicina psicosomática, publicada en 1950 se deduce que "en la mayoría de los accidentes, existe un elemento de deliberación, si bien casi siempre es inconsciente. La mayoría de los accidentes están provocados inconscientemente". 

Si en la vida de un individuo abundan los accidentes, ello solo quiere decir que esa persona no ha resuelto conscientemente sus problemas y, por lo tanto, está escalando las etapas del aprendizaje forzoso.

Un accidente cuestiona violentamente una manera de actuar o el camino emprendido por una persona. Es una pausa en la vida que hay que investigar.

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