Toda la Creación existe en ti y todo lo que hay en ti existe también en la Creación. No hay divisoria entre tú y un objeto que esté muy cerca de ti, como tampoco hay distancia entre tú y los objetos lejanos. Todas las cosas, las más pequeñas y las más grandes, las más bajas y las más altas, están en ti y son de tu misma condición. Un solo átomo contiene todos los elementos de la Tierra. Un solo movimiento del espíritu contiene todas las leyes de la vida. En una sola gota de agua se encuentra el secreto del inmenso océano. Una sola manifestación de ti contiene todas las manifestaciones de la vida.
Kahil Gibran.
Cada identificación que se basa en una decisión descarta un polo. Ahora bien, todo lo que nosotros no queremos ser, lo que no queremos admitir de nuestra identidad, forma nuestro negativo, nuestra <<sombra>>. Porque el repudio de la mitad de las posibilidades no las hace desaparecer sino que solo las destierra de la identificación o de la conciencia.
El <<no>> ha quitado de nuestra vista un polo, pero no lo ha eliminado. El polo descartado vive desde ahora en la sombra de nuestra conciencia. Del mismo modo que los niños creen que cerrando los ojos se hacen invisibles, las personas imaginan que es posible liberarse de la mitad de la realidad por el procedimiento de no reconocerse en ella. Y se deja que un polo (la laboriosidad) salga a la luz de la conciencia mientras que el contrario (la pereza) tiene que permanecer en la oscuridad donde uno no la vea. El no ver se considera tanto como no tener y se cree que lo uno puede existir sin lo otro.
Llamamos sombra (en la acepción que da a la palabra C. G. Jung) a la suma de todas las facetas de la realidad que el individuo no reconoce o no quiere reconocer en sí y que, por consiguiente descarta. La sombra es el mayor enemigo del ser humano: la tiene y no sabe que la tiene, ni la conoce. La sombra hace que todos los propósitos y los afanes del ser humano le reporten, en última instancia, lo contrario de lo que él perseguía. El ser humano proyecta en un mal anónimo que existe en el mundo todas las manifestaciones que salen de su sombra porque tiene miedo de encontrar en sí miso la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra, que es la suma de todo lo que él no quiere. Ahora bien, la negativa a afrontar y asumir una parte de la realidad no conduce al éxito deseado. Por el contrario, el ser humano tiene que ocuparse muy especialmente de los aspectos de la realidad que ha rechazado. Esto suele suceder a través de la proyección, ya que cuando uno rechaza en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de angustia y repudio.
La sombra está formada por todos los principios que el Yo no ha querido asumir, resulta que la sombra y el exterior son idénticos. Nosotros siempre sentimos nuestra sombra como un exterior, porque si la viéramos en nosotros ya no sería la sombra.
Insistimos en nuestro empeño de borrar del mundo los aspectos que valoramos negativamente. Pero eso es imposible y ese intento se convierte en una pugna constante que garantiza que nos ocupamos con especial intensidad de la parte de la realidad que rechazamos.
Esto entraña una irónica ley a la que nadie puede sustraerse: lo que más ocupa al ser humano es aquello que rechaza. Y de este modo se acerca al principio rechazado hasta llegar a vivirlo.
"El repudio de cualquier principio es la forma más segura de que el sujeto llegue a vivir este principio".
Los niños siempre acaban por adquirir las formas de comportamiento que habían odiado de sus padres. Los pacifistas se hacen militares; los moralistas, disolutos; los apóstoles de la salud, enfermos graves.
Rechazo y lucha significan entrega y obsesión.
La estricta evitación de un aspecto de la realidad indica que el individuo tiene un problema con él.
Los campos interesantes e importantes para un ser humano son aquellos que él combate y repudia, porque los echa de menos en su conciencia y le hacen incompleto. A un ser humano solo pueden molestarle los principios del exterior que no ha asumido.
Nuestra sombra nos angustia al estar formada exclusivamente por aquellos componentes de la realidad que nosotros hemos repudiado, los que menos queremos asumir. La sombra es la suma de todo lo que estamos firmemente convencidos que tendría que desterrarse del mundo, para que este fuera santo y bueno. Pero lo que ocurre es todo lo contrario: la sombra contiene todo aquello que falta en el mundo para que sea santo y bueno.
La sombra nos hace enfermar, nos hace incompletos: para estar completos nos falta todo lo que hay en ella.