Las fechas de las celebraciones religiosas no suelen ser caprichosas.
Si
la Navidad está situada a finales de diciembre es por su coincidencia
con el solsticio de invierno, como las hogueras de San Juan conmemoran
el del verano.
En
los primeros tiempos del cristianismo, la muerte y resurrección de
Jesús se celebraban el 25 de marzo, sospechosamente cerca del equinocio
primaveral.
¿Y
qué fenómeno astronómico sucede el primero de noviembre para que todo
Occidente le tenga que dedicar la jornada a los difuntos? En este caso, a
quien hay que pedir explicaciones es a los celtas de Irlanda e
Inglaterra. En su calendario, que pretendía conciliar ciclos lunares y
solares, el año constaba de 13 meses, el último de los cuales duraba
sólo tres días, los últimos de octubre. El 1 de noviembre se celebraba
Samhain, equivalente a nuestra Nochevieja. Se consideraba que ese día,
las puertas entre el reino de los vivos y el de los muertos se abrían,
poniendo en comunicación el más acá con el más allá.
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