miércoles, 12 de septiembre de 2018

DESDE CUANDO LA NOVIA SE VISTE DE BLANCO.


El pintor Adrien Moreau retrata en el cuadro
Tras fa boda una tipica ceremonia nupcial del siglo XVI
El origen de esta costumbre se halla en la Roma clásica, donde las novias se casaban con la misma túnica blanca que se ponían a diario, aunque también usaban un velo color púrpura adornado con una corona de flores. 

El blanco, sin embargo, no perduró pues posteriormente varió según épocas y regiones. En la Edad Media, sólo se ponían vestidos de novia las mujeres de la realeza, pues ellas tenían los medios, y optaban a menudo por el rojo bordeado de intenso color oro como símbolo de reafirmación y  poder.


La ropa habitual y acaso un velo eran la única licencia que se podían permitir las plebeyas en el día de su boda. Y lo mismo ocurrió durante el Renacimiento, tiempo en que para las damas de abolengo no era el color lo que contaba, sino el bordado a base de piedras preciosas, perlas y diamantes.

En el siglo XVIII, se pondrían de moda los colores pastel, y la popularidad definitiva del blanco comenzaría en 1840, año en que tuvo lugar la boda de la reina Victoria de Inglaterra con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. 

 La foto de la real pareja, con la soberana enfundada en el vestido blanco que ella misma escogió, tuvo un enorme eco mundial y reinstauró la moda de dicho color. Así, el blanco vino a significar la pureza y la virginidad, valores que antes representaba el azul.

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