Esta costumbre arraigada en todas las Iglesias cristianas a partir del siglo IX simboliza el hecho de que san Pedro, según el Evangelio de san Marcos, negara tres veces a Jesús antes del canto del gallo.
Se aprovechó
que los campanarios de las iglesias ya estaban coronados con veletas
dispuestas para medir la dirección del viento para colocar el gallo. De
esta manera, al igual que el gallo en la mañana advierte de un nuevo
día, las campanas de las iglesias anuncian a los fieles la congregación
para escuchar la palabra de Dios.
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